Entrevista publicada en el diario Uno Mismo, en Chile y
Argentina, en 1997, realizada por Daniel Trujillo, vía Castaneda.com:
Pregunta: Señor Castaneda, durante años usted permaneció en
el más absoluto anonimato. ¿Qué le ha impulsado a dejar esa condición para
dedicarse hoy a difundir públicamente las enseñanzas que, junto a sus
compañeras actuales, recibió del nagual Juan Matus?
Respuesta: Lo que nos obliga a difundir las ideas de don
Juan Matus es la necesidad impostergable de aclarar lo que él nos enseñó. Yo y
sus otras tres estudiantes hemos llegado a la unánime conclusión de que el
mundo que nos presentó don Juan Matus está al alcance de los medios perceptivos
de todos los seres humanos. Argüimos entre nosotros cuál sería el camino
adecuado. ¿Permanecer en el anonimato como don Juan nos propuso? Esto no
encontraba entre nosotros un eco placentero. El otro camino disponible era el
de difundir las ideas de don Juan: un camino inmensamente más peligroso y
agotador, pero el único que creemos tiene la dignidad con la que don Juan
embebió sus enseñanzas.
P: Considerando que usted ha dicho que los actos de un
guerrero son impredecibles, y de hecho así lo hemos comprobado durante tres
décadas, ¿podemos esperar que esta etapa pública suya se prolongue en el tiempo?
¿Hasta cuándo?
R: No hay manera de establecer un criterio temporal para
nosotros. Vivimos de acuerdo a las premisas propuestas por don Juan y jamás nos
apartamos de ellas. Don Juan Matus nos dio el terrible ejemplo de un hombre que
vivía como él lo describía. El ejemplo de un hombre monolítico que no tiene dos
caras. Y digo que es un ejemplo terrible porque es lo más difícil de emular;
ser monolítico y al mismo tiempo tener la flexibilidad para encarar lo que
fuera; ésa era la manera de vivir de don Juan.
Dentro de estas premisas lo único que se puede ser es un
conducto impecable. Uno no es el jugador de esta partida de ajedrez cósmico,
uno es simplemente una ficha de ajedrez. Quien decide todo es una fuerza
impersonal consciente que los brujos llaman el Intento o el Espíritu.
P: Según he podido comprobar, la Antropología ortodoxa resta
credibilidad a su obra, lo mismo que los pretendidos defensores del patrimonio
cultural precolombino de América. Subsiste la creencia de que su obra es
puramente el fruto de su talento literario, por cierto, excepcional; mientras
que otros sectores lo acusan de un doble comportamiento, porque, supuestamente,
su estilo de vida y sus actividades son contrarios a lo que la mayoría espera
de un chamán. ¿Cómo puede zanjar estas suspicacias?
R: El sistema cognitivo del hombre occidental nos fuerza a
movernos a través de ideas preconcebidas. Basamos nuestros juicios en algo que
es siempre “a priori”, por ejemplo la idea de “lo ortodoxo”. ¿Qué es la
antropología ortodoxa? ¿La que se enseña en el aula? ¿Y, cuál es la conducta de
los chamanes? ¿Ponerse plumas en la cabeza y bailar a los espíritus?
Han acusado a Carlos Castaneda durante treinta años de crear
un personaje literario, simplemente porque lo que yo les decía no coincidía con
el “a priori” antropológico, con las ideas establecidas en el aula o en el
campo de acción antropológico. Sin embargo, lo que me presentó don Juan sólo
podía caber en un campo de acción total, y bajo tales circunstancias sucede muy
poco o casi nada de lo preconcebido.
Nunca he podido llegar a conclusiones acerca del chamanismo,
porque para hacer esto se necesita ser un miembro activo del mundo de los
chamanes. Es muy fácil para un científico social, digamos por ejemplo un
sociólogo, llegar a conclusiones sociológicas acerca de cualquier tema
relacionado con el mundo occidental, porque el sociólogo es un miembro activo
del mundo occidental. Pero, ¿cómo puede un antropólogo que pasa a lo más dos
años estudiando otras culturas, llegar a conclusiones fidedignas acerca de
ellas? Para adquirir membrecía en un mundo cultural se necesita una vida
entera. Yo he estado trabajando más de treinta años en el mundo cognitivo de
los chamanes del México antiguo y sinceramente creo que no he llegado aún a
adquirir la membrecía que me permita llegar a conclusiones, o siquiera
proponerlas.
He discutido acerca de esto con personas de diferentes
disciplinas y siempre parecen entender y estar de acuerdo con las premisas que
estoy exponiendo. Pero luego se dan vuelta, y se olvidan de todo lo que
acordaron y continúan manteniendo los principios académicos “ortodoxos” sin
importarles la posibilidad de un error absurdo en sus conclusiones. Nuestro
sistema cognitivo parece ser impenetrable.
P: ¿Qué finalidad tiene el hecho de que usted se niegue a
ser fotografiado, a que se grabe su voz o se conozcan sus datos biográficos?
¿Podría algo de esto afectar, y de qué manera, los logros alcanzados en su
trabajo espiritual? ¿No cree que sería útil para algunos sinceros buscadores de
la verdad conocer quién es usted realmente, como una forma de comprobar que realmente
es posible seguir el camino que pregona?
R: En cuanto a fotografías y datos personales, yo y los
otros tres discípulos de don Juan Matus seguimos los dictados de éste. La idea
principal detrás de abstenerse de dar datos personales es muy simple para un
chamán como don Juan. Es imprescindible dejar a un lado lo que él llamaba la
“historia personal”. Alejarse del “yo” resulta algo bastante engorroso y
difícil. Lo que buscan los chamanes como don Juan es un estado de fluidez donde
el “yo” personal no cuenta. El creía que este hecho afecta indiscutiblemente a
quien entra dentro de ese campo de acción, y afecta de una manera positiva
aunque subliminal, ya que estamos muy acostumbrados a fotografías, grabaciones,
datos biográficos, todos ellos engendrados por la idea de la importancia
personal. Él decía que es mejor no saber nada de un chamán; de ese modo, en vez
de una persona uno se encuentra con una idea sostenible, lo opuesto a lo que
pasa en el mundo cotidiano, donde sólo encontramos personas con problemas
psicológicos y sin ideas, y todos ellos repletos hasta el tope del “yo, yo,
yo”.
P: ¿Cómo deben entender sus seguidores la existencia de todo
un mecanismo comercial y publicitario -al margen de su obra literaria- en torno
al conocimiento que usted y sus compañeras difunden? ¿Qué relación tiene usted
realmente con Cleargreen Incorporated y las otras empresas (Laugan
Producciones, Toltec Artists)? Me refiero a vínculos comerciales.
R: A estas alturas de mi trabajo necesitaba de alguien que
pudiera representarme en la difusión de las ideas de don Juan Matus. Cleargreen
es una corporación que tiene una gran afinidad con nuestro trabajo, lo mismo
que Laugan Productions y Toltec Artists. La idea de difundir las enseñanzas de
don Juan a un mundo moderno como el nuestro implica el uso de medios
comerciales y artísticos que no están al alcance de mis medios individuales.
Como corporaciones afines a las ideas de don Juan, Cleargreen Incorporated,
Laugan Productions y Toltec Artists son capaces de proporcionarme los medios
para difundir lo que quiero difundir.
El afán de las corporaciones impersonales es siempre el de
dominar y transformar todo lo que se les presenta y adoptarlo a su propia
ideología. De no ser por el sincero interés de Cleargreen, Laugan Productions y
Toltec Artists, todo lo que don Juan dijo habría ya sido transformado en otra
cosa.
P: Existe un sinnúmero de personajes que de una u otra
manera se han “colgado” de usted para adquirir notoriedad pública. ¿Qué opinión
le merece el accionar de Víctor Sánchez, quien ha interpretado y reordenado sus
enseñanzas para elaborar una teoría personal? ¿O las afirmaciones de Ken Eagle
Feather, quien asegura que ha sido escogido como discípulo por el mismísimo don
Juan, vuelto a esta dimensión sólo para ello?
R: Efectivamente hay una serie de personas que se titulan a
sí mismos estudiantes míos o del mismo don Juan, a quienes yo nunca he conocido
y que puedo asegurar que don Juan nunca conoció. Don Juan Matus estaba
interesado exclusivamente en la perpetuación de su linaje de chamanes. Él tuvo
cuatro discípulos que perduran hasta el día de hoy. Tuvo otros que partieron
con él. Don Juan no estaba interesado en enseñar su conocimiento, lo hizo con
sus discípulos a fin de que continuaran su linaje. Sus discípulos, como no
pueden continuar el linaje de don Juan, se han visto obligados a esparcir sus
ideas.
El concepto del maestro que enseña su conocimiento es parte
de nuestro sistema cognitivo, pero no es parte del sistema cognitivo de los
chamanes del México antiguo. Para ellos enseñar era un absurdo. Transmitir su
conocimiento a quienes iban a perpetuar la vida del linaje era otro asunto.
El hecho de que haya una serie de individuos empeñados en
usar mi nombre o el de don Juan es simplemente una maniobra fácil para
beneficiarse sin mucho trabajo.
P: Consideremos el significado de la palabra
“espiritualidad” como un estado de conciencia en que los seres humanos son
plenamente capaces de controlar las potencialidades de la especie, logro que se
obtiene trascendiendo la simple condición de animal, por medio de un arduo
acondicionamiento psíquico, moral e intelectual. ¿Está de acuerdo con esta
afirmación? ¿Cómo se integra el mundo de don Juan en este contexto?
R: Para don Juan Matus, como un chamán pragmático y lleno de
cordura, “la espiritualidad” era una idealidad vacía, una aseveración sin
fundamento que nos parece muy bella porque está incrustada en conceptos
literarios y expresiones poéticas, pero que nunca pasa de ahí.
Los chamanes como don Juan son esencialmente prácticos. Para
ellos sólo existe un universo predatorio, donde la inteligencia o la conciencia
de ser son el producto de desafíos de vida o muerte. Él se consideraba un
navegante del Infinito y decía que para navegar en lo desconocido, como lo hace
un chamán, uno necesita pragmatismo ilimitado, cordura sin medida y “agallas de
acero”.
En vista de todo esto don Juan creía que “la espiritualidad”
es simplemente una descripción de algo imposible de lograr bajo los patrones
del mundo cotidiano, y no es un modo vivo de actuar.
P: Usted ha señalado que su actividad literaria se debe a
las instrucciones de don Juan, lo mismo que la de Taisha Abelar y Florinda
Donner-Grau. ¿Con qué objetivo?
R: El objetivo de escribir los libros fue dado por don Juan.
Él aseveraba que si uno no es escritor, aún puede escribir, pero el escribir se
transforma de una acción literaria en una acción chamanística. Quien decide el
tema y el desarrollo de un libro no es la mente del escritor, sino una fuerza
que los chamanes consideran como la base del universo y a la que llaman el
Intento. Es el Intento quien decide la producción de un chamán, ya sea
literaria o cualquier otra.
De acuerdo con don Juan, un practicante de chamanismo tiene
el deber, la obligación de saturarse con toda la información disponible. El
trabajo de un chamán es el de informarse de una manera plena de todo lo posible
relacionado con el tópico de su interés. El acto chamanístico consiste en abandonar
todo interés de dirigir el curso que tal información tome. “Quien arregla las
ideas que nacen de tal fuente de información no es el chamán -decía don Juan-,
sino el Intento. El chamán es simplemente un conducto impecable”. El escribir
era para don Juan un desafío chamanístico, no una tarea literaria.
P: Si me permite la siguiente afirmación, su obra plantea
conceptos estrechamente relacionados con las doctrinas filosóficas orientales,
pero resulta contradictoria con lo que se conoce comúnmente de la cultura
indígena mexicana. ¿Dónde se encuentran las similitudes y diferencias entre una
y otra?
R: No tengo la menor idea. No soy erudito ni en lo uno ni en
lo otro. Mi trabajo consiste en una información fenomenológica del mundo
cognitivo al que me introdujo don Juan Matus. Desde el punto de vista de la
fenomenología como método filosófico, no es posible llegar a aseveraciones
relacionadas con el fenómeno bajo escrutinio. El mundo de don Juan Matus es tan
vasto, misterioso y contradictorio que no se presta a un ejercicio de
exposición lineal; como mucho, se puede describir, y esto haciendo un esfuerzo
supremo.
P: Asumiendo que las enseñanzas de don Juan han pasado a
formar parte de la literatura ocultista, ¿qué opinión le merecen otras
enseñanzas, por ejemplo, las filosofías masónica, Rosacruz, el Hermetismo, y
disciplinas tales como la Cábala, el Tarot y la Astrología, comparándolas con
el nagualismo? ¿Ha tenido alguna vez o mantiene contacto con alguna de estas
vertientes o con sus seguidores?
R: De nuevo no tengo ni la menor idea de cuáles son las
premisas, los puntos de vista, ni los temas de tales disciplinas. Don Juan nos
presentó el problema de navegar en lo desconocido y esto nos toma todo el
esfuerzo disponible.
P: ¿Algunos de los conceptos de su obra, como el punto de
encaje, las emanaciones de energía que componen el universo, el mundo de los
seres inorgánicos, el Intento, el Acecho y el Ensueño, tienen una contrapartida
en el conocimiento occidental? Por ejemplo, hay quienes ven en el hombre como
huevo luminoso una expresión del aura…
R: No, nada de lo que don Juan nos enseñó parece tener una
contrapartida en el conocimiento occidental, que yo sepa.
Una vez, cuando don Juan aún estaba presente, pasé un año
entero a la búsqueda de gurus, maestros, sabios que me dieran un indicio de lo
que estaban haciendo. Quería saber si había algo en el mundo de entonces que
fuera similar a lo que don Juan decía y hacía.
Mis recursos eran muy limitados y sólo me llevaron a conocer
a los maestros establecidos que tenían millares de seguidores, y
desgraciadamente no pude encontrar nada parecido.
P: Concentrándonos ahora específicamente en su obra, sus
lectores nos encontramos a Carlos Castaneda diferentes. Primero, a un académico
occidental algo inepto y permanentemente desconcertado ante el poder de
ancianos indios cono don Juan y don Genaro (principalmente en Las Enseñanzas de
don Juan, Una Realidad Aparte, Viaje a Ixtlán, Relatos de Poder y El Segundo
Anillo de Poder); luego, con un aprendiz de chamán avezado (en El Don del
Águila, El Fuego Interior, El Conocimiento Silencioso y, especialmente, en El
Arte de Ensoñar). Si está de acuerdo con esta apreciación, ¿cuándo y cómo
desapareció uno para dejar paso al otro?
R: No me considero ni chamán, ni maestro, ni estudiante
avanzado de chamanismo, ni tampoco me considero un antropólogo o científico
social del mundo occidental. Mis presentaciones han sido todas descripciones de
un fenómeno imposible de discernir bajo las condiciones del conocimiento lineal
del mundo occidental. Jamás pude dar a lo que me enseñaba don Juan una
explicación de causa y efecto o tuve la posibilidad de predecir lo que él iba a
decir o lo que iba a pasar. Bajo estas condiciones, el paso de un estado a otro
es subjetivo y no algo elaborado o producto de premeditación o sabiduría.
P: En su obra es posible encontrar episodios francamente
increíbles para la mentalidad occidental. ¿Cómo podría alguien no iniciado
comprobar que son verdaderas esas “realidades aparte” que usted describe?
R: Se puede comprobar de una manera muy simple. Prestando el
cuerpo entero en vez del intelecto. Al mundo de don Juan no se puede entrar
intelectualmente como un diletante en pos de un conocimiento rápido y pasajero,
ni tampoco se puede comprobar nada. Lo único que se puede hacer es llegar a un
estado de conciencia acrecentada que nos permita percibir al mundo que nos
rodea de una manera más amplia. En otras palabras, la meta del chamanismo de
don Juan es romper los parámetros de la percepción histórica y cotidiana, y
entrar a percibir lo desconocido. De ahí que él se llamara a sí mismo un
navegante del Infinito. Él sostenía que mas allá de los parámetros de la
percepción diaria, está el Infinito. Llegar a eso era la meta de su vida, y
puesto que él era un chamán extraordinario, nos inculcó a nosotros cuatro ese
deseo. Nos forzó a trascender el intelecto y a encarnar el concepto de la
ruptura de los parámetros de la percepción histórica.
P: Usted sostiene que la característica básica de los seres
humanos es su condición de “perceptores de energía”. Señala el movimiento del
punto de encaje como un imperativo para percibir energía directamente. ¿Para
qué puede servir eso a un hombre del siglo XXI? ¿Cómo ayuda la consecución de
esta meta a la superación espiritual, según el concepto antes definido?
R: Los chamanes como don Juan sostienen que todos los seres
humanos poseemos la capacidad de percibir energía directamente a medida que
fluye en el universo. Consideran que el punto de encaje, como ellos lo llaman,
es un punto que existe en el campo de energía total del hombre. En otras
palabras, cuando un chamán percibe a un hombre como energía que fluye en el
universo, “ve” a una bola luminosa. En esa bola luminosa el chamán puede “ver”
un punto de gran brillo que está situado a la altura de los omóplatos y a la
distancia de más o menos un metro detrás de ellos. Los chamanes sostienen que
allí es donde se realiza la percepción, que la energía que fluye en el universo
se transforma allí en datos sensoriales y que esos datos sensoriales son luego
interpretados para dar como resultado el mundo de la vida cotidiana. Los
chamanes mantienen que se nos enseña a interpretar, por lo tanto, se nos enseña
a percibir.
El valor pragmático de percibir la energía directamente a
medida que fluye en el universo para el hombre del siglo XXI o del siglo I es
el mismo. Le permite ampliar los límites de su percepción y utilizar dentro de
sus medios ambientales tal ampliación. Don Juan decía que sería extraordinario
“ver” directamente la maravilla del orden y del caos del universo.
P: Recientemente usted ha presentado una disciplina de
ejercicios físicos que denomina Tensegridad. ¿Puede explicarnos de qué se trata
exactamente? ¿Qué finalidad persigue? ¿Qué beneficios espirituales puede
encontrar en ella quien la practique de forma individual?
R: Según lo que nos enseñó don Juan Matus, los chamanes que
vivieron en México en tiempos antiquísimos descubrieron una serie de movimientos,
ejecutados con el cuerpo, que los llevaron a un estado de desarrollo físico y
mental de tal magnitud que decidieron llamar a tales movimientos pases mágicos.
Don Juan nos dijo que por medio de sus pases mágicos, dichos
chamanes adquirieron un nivel de conciencia acrecentada que les permitió
ejecutar proezas de percepción indescriptibles.
Los pases mágicos fueron enseñados a través de generaciones
solamente a los practicantes de chamanismo, en medio de un tremendo secreto y
de complejos rituales. Así es como se los enseñaron a don Juan Matus, y así es
como él los transmitió a sus cuatro discípulos.
Nuestro esfuerzo ha consistido en extender la enseñanza de
tales pases mágicos a quien quiera aprenderlos. Los hemos llamado Tensegridad y
los hemos convertido, de movimientos enteramente personales y propios de cada
uno de los cuatro discípulos de don Juan, en movimientos genéricos aplicables a
cualquier persona.
La practica de la Tensegridad en forma individual o
colectiva promueve la salud, el vigor, la juventud y el bienestar general. Don
Juan decía que la práctica de los pases mágicos ayuda a acumular la energía
necesaria para acrecentar la conciencia y ampliar los parámetros de la
percepción.
P: Aparte de sus tres compañeras, los asistentes a sus
seminarios han conocido a otro grupo de personas, como los Chacmoles, las
Rastreadoras de Energía, los Elementos, el Explorador Azul… ¿Quienes son ellos?
¿Se trata de una nueva partida de videntes dirigida por usted? Si es así, ¿cómo
podría alguien integrarse en este grupo de aprendices?
R: Cada una de esas personas acerca de las que usted
pregunta son seres definidos que don Juan Matus como director de su linaje nos
encargó esperar. Él predijo la llegada de cada uno de ellos como parte integral
de una visión. Puesto que su linaje no podía continuar debido a configuraciones
energéticas propias de sus cuatro estudiantes, su misión se transformó de
perpetuar el linaje a cerrarlo, si fuera posible con broche de oro.
Nosotros no estamos en posición de cambiar esta directiva.
No podemos buscar ni aceptar aprendices o miembros vigentes de la nueva visión
de don Juan. Lo único que podemos hacer es acceder a los dictámenes del
Intento.
El hecho de que se estén enseñando los pases mágicos,
guardados con celo por tantas generaciones, es una muestra de que sí se puede
llegar a ser parte de esta nueva visión de una manera indirecta a través de la
práctica de la Tensegridad y de la observación de las premisas del camino del
guerrero.
P: En Lectores del Infinito usted ha utilizado el término
“navegación” para definir lo que los brujos hacen. ¿Están prontos a izar velas
y levar anclas para iniciar el viaje definitivo? ¿Acabará con ustedes el linaje
de guerreros toltecas depositario de este conocimiento?
R: Sí, efectivamente, el linaje de don Juan acaba con
nosotros.
P: ¿Incluye el camino del guerrero el trabajo espiritual de
la pareja, como se encuentra en otras propuestas?
R: El camino del guerrero incluye todo y a todos. Puede
haber una familia entera de guerreros impecables. La dificultad está en el
terrible hecho de que las relaciones individuales están basadas en inversiones
emocionales, las cuales se desmoronan en el momento en el que el practicante
realmente practica lo que aprende. Por lo regular, en el mundo diario, las
inversiones emocionales nunca son examinadas y vivimos una vida entera
esperando que nos correspondan. Don Juan decía que mi manera de vivir y de sentir
se describía de una manera muy simple: “yo sólo doy lo que me dan”, y que yo
era un inversor empedernido.
P: Si alguien quisiera emprender el trabajo espiritual
ajustándose al conocimiento difundido en sus libros, ¿a qué posibilidades de
avance puede aspirar? ¿Qué recomendaciones formularía a quienes desean poner en
práctica por propia cuenta las enseñanzas de don Juan?
R: No hay manera alguna de poner un límite a lo que uno
puede lograr de un modo individual si el intento es un intento impecable. Las enseñanzas
de don Juan no son espirituales, lo repito de nuevo, puesto que esta cuestión
ha salido a la superficie una y otra vez. La idea de la espiritualidad no
encaja con la disciplina férrea del guerrero. Lo que más cuenta para un chamán
como don Juan es la idea del pragmatismo. Cuando conocí a don Juan yo me creía
un hombre práctico, un científico social lleno de objetividad y pragmatismo. Él
acabó con mis ínfulas y me hizo ver que como verdadero hombre occidental, yo no
tenía nada de pragmático y nada de espiritual. Llegué a entender que yo
simplemente repetía el vocablo “espiritualidad” para oponerlo a lo mercenario
del mundo de todos los días. Quería alejarme de la manera más certera del
mercantilismo de la vida diaria y a ese afán yo le llamaba espiritualidad.
Cuando don Juan me exige llegar a una conclusión, a una definición de lo que yo
consideraba espiritual, me di cuenta de que él estaba en lo cierto. Yo no sabía
lo que decía.
Suena un poco petulante decir lo que estoy diciendo, pero no
hay otra manera de decirlo. Lo que quiere un chamán como don Juan es el
engrandecimiento de la conciencia de ser, esto es, poder percibir con todas las
posibilidades humanas de percepción, lo que implica una labor descomunal y un
propósito sin medida, cosas que no pueden ser suplidas por la espiritualidad en
el mundo occidental.
P: ¿Hay algo que le gustaría explicarnos a los
sudamericanos, especialmente a los chilenos? ¿Quisiera exponer otros
planteamientos, además de los formulados?
R: No tengo nada más que añadir. Todos los seres humanos
estamos en el mismo nivel. Al comienzo de mi aprendizaje con don Juan Matus él
trató de hacerme ver lo común de la situación del hombre. Yo, como
sudamericano, estaba muy involucrado intelectualmente con la idea de la reforma
social. Un día le planteé la pregunta que yo creía era fatal. Le dije: ¿cómo es
posible, don Juan, que usted permanezca impasible ante la situación espantosa
de sus congéneres, los indios yaquis de Sonora?
Yo sabía que un porcentaje de la población yaqui sufría de
tuberculosis y que no tenía remedio por su condición económica.
Sí – me dijo don Juan- es una cosa muy triste, pero figúrate
que también es muy triste tu situación, y si tú crees estar en condiciones
mejores que los indios yaquis, te equivocas. Es la condición del hombre en
general el permanecer en un estado espeluznante de caos. Nadie está mejor que
otro. Todos somos seres que vamos a morir, y a menos que tomemos en cuenta
cabal esta situación, no hay remedio para nosotros.
Este es otro punto del pragmatismo de los chamanes: el darse
cuenta de que somos seres que vamos a morir. Los chamanes afirman que así todo
adquiere una medida y un orden trascendental.