Los pensamientos fluyen desde el pensador que los tiene. Normalmente
estamos centrados en el flujo de los pensamientos más que en el
pensador del que manan.
El núcleo de nuestro ser permanente es el Pensador, y este es
siempre, produzca o no produzca pensamientos.
El Pensador mismo no contiene ninguna identificación, es libre e
incondicionado.
Es la identificación con los pensamientos la que nos ata.
Hay un centro de luz, de consciencia y de amor que es nuestro ser
permanente.
La consciencia central de nuestro ser está enfocada en sí misma,
mientras que la consciencia periférica se enfoca en el parecer, en
lo externo, para realizar sus funciones de adaptación al medio.
La consciencia permanente es adimensional, está fuera del espacio y
del tiempo.
Los pensamientos que surgen del núcleo central no son producto de
una reflexión, manan por sí mismos, son seguros y reales.
Los pensamientos que surgen de la periferia son accesorios,
inseguros, se producen por reflexión.
La fuente del pensamiento mana pensamientos, pero no contiene ningún
pensamiento.
Decir que yo soy un pensador es un pensamiento más, déjalo correr y
enfócate en la consciencia de donde proceden los pensamientos.
Entre pensamiento y pensamiento hay un intervalo vacío, ahí está
también el ser.
El pensamiento creativo no se nutre de pensamientos, sino del vacío
de pensamientos, o del pensador mismo.
El Pensador, lo mismo que genera pensamientos puede dejar de
producirlos e instalarse en su consciencia pura.
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